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Hacia la transformación del modelo de desarrollo en América Latina y el Caribe

Por José Manuel Salazar-Xirinachs, Secretario Ejecutivo de la CEPAL.
Columna de opinión |
31 de octubre de 2022
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En 2022, los países de América Latina y el Caribe enfrentan los efectos de una serie de choques que han deteriorado sus condiciones de inversión y producción, entre ellos la crisis financiera global, las tensiones económicas entre grandes polos de la economía mundial, la pandemia de COVID-19, la guerra en Ucrania y el resurgimiento de la inflación, en un contexto en el que se agudiza la emergencia ambiental y se acelera la revolución tecnológica. Numerosos analistas y organismos internacionales hablan de una serie de crisis en cascada entre las que se citan crisis climática, de salud, de empleo, social, educativa, de seguridad alimentaria, energética, y de costo de la vida, todas las cuales impactan con diversa intensidad y variadas características a numerosos países, incluyendo a todos los de América Latina y el Caribe.

El combate a la inflación ha endurecido las condiciones financieras globales y aumentado la volatilidad en los mercados financieros y la aversión al riesgo. Esto ha elevado el costo del servicio de la deuda, reducido aún más el espacio fiscal y elevado el riesgo de una recesión en la economía mundial en 2023. La revisión en las tasas de crecimiento para la gran mayoría de países del mundo para el 2023 publicadas recientemente por diversos organismos son hacia abajo.

En la región, la combinación de factores externos e internos derivados de las decisiones de política adoptadas, o de la ausencia de éstas, ha reducido la capacidad de crecimiento económico y de generación de empleos de calidad y dificultado su lucha contra la pobreza y la pobreza extrema. Sus estructuras económicas y sociales se han debilitado y han entrado en situaciones que refuerzan la inercia de un débil desempeño económico.

Ante esta realidad, la CEPAL propugna que América Latina y el Caribe redoble sus esfuerzos tanto para reactivar sus economías como para transformar los modelos de desarrollo de los países colocando en el centro de estos esfuerzos políticas para la transformación y la diversificación productiva, así como un gran impulso de la inversión, pública y privada, que permitan acelerar el cambio estructural y la transformación tecnológica y digital para un crecimiento alto y sostenido y un desarrollo sostenible e inclusivo.

En esa estrategia, la dimensión sectorial es crucial, pues en ella se definen las estrategias empresariales, los modelos de negocios y los procesos de formación de capital y creación de empleos. Aunque la especificidad sectorial debe ser definida en cada contexto nacional, la CEPAL propone diez sectores o ámbitos que son particularmente promisorios: transición energética,  electromovilidad, economía circular, bioeconomía, industria manufacturera de la salud y la transformación digital -que están en el centro de los procesos de innovación-, mientras que la economía del cuidado, el turismo, las micro, pequeñas y medianas empresas y la economía social son grandes generadores de empleo, con los consiguientes efectos en los ingresos y la inclusión de los sectores sociales desfavorecidos.

Aprovechar las potencialidades en estos ámbitos implica transformar el modelo de desarrollo de la región para generar condiciones favorables a la inversión, el crecimiento, la inclusión y la sostenibilidad.

La transformación del modelo demanda acciones decididas en múltiples áreas: planificación del desarrollo para la coordinación de políticas; mejora en la gobernanza y la calidad institucional de las instituciones encargadas de las diferentes áreas; políticas macroeconómicas para acelerar el crecimiento y enfrentar la inflación; construcción de estados de bienestar; fortalecimiento de sistemas de cuidado como pilar de un Estado social de derechos; garantizar los derechos de las poblaciones especialmente vulnerables; mitigación y adaptación ante la emergencia ambiental; nueva gobernanza de los recursos naturales; implementación de políticas industriales y tecnológicas; e integración regional ante la nueva geopolítica de la globalización.

Esta agenda es ambiciosa, pero la realidad es que este no es un momento para cambios graduales ni tímidos, sino ambiciosos y transformacionales. Solo una elevación del nivel de ambición puede responder a la cantidad de retos y choques simultáneos, y a la complejidad de las economías y sociedades de nuestra región. Para articular las estrategias y las políticas propuestas, y para asegurar su implementación efectiva y ajustes a las nuevas realidades a lo largo del tiempo, se requieren nuevas formas de gobernanza experimentalista, basada en procesos iterativos y participativos de formulación e implementación de políticas. En algunos casos serán necesarios nuevos pactos fiscales, productivos, sociales y ambientales para superar los problemas de la coyuntura y transitar a largo plazo hacia sociedades sostenibles, cohesionadas y resilientes, características que implican avanzar hacia la concreción de Estados de bienestar en el marco de economías más eficientes y productivas.

En este momento de acción para superar limitaciones y aprovechar oportunidades, la CEPAL presentará los análisis y las propuestas resumidas en estos mensajes en su reunión bienal más importante: el trigésimo noveno período de sesiones, que se celebrará del 24 al 26 de octubre en Buenos Aires, Argentina, con la participación de altas autoridades de nuestra región. Invitamos a todos quienes se comprometen a trabajar por el progreso de América Latina y el Caribe a participar en los debates.